Voyager: El eco de cuatro décadas

En estos días se cumplen 40 años del inicio del largo viaje de las sondas Voyager 1 y 2, que tuvieron como misión principal visitar los planetas más exteriores del Sistema Solar, y terminado su periplo planetario, convertirse en sondas interestelares. Cuatro décadas de viaje a una velocidad de vértigo, y en términos terrestres, a mucha distancia de nosotros, aunque en la vastedad del cosmos solo estén a la vuelta de la esquina, o menos.

Pero por algo hay que empezar. Las Voyager son ingenios de una civilización que quiere abrirse paso más allá de su mundo natal, un símbolo de la curiosidad, los humanos somos muy curiosos. No sé si esto será una regla universal, pero nuestra especie coquetea con la inteligencia alimentándose de sueños, y aunque nos pese, también de pesadillas.

El mensaje alojado en las voyager

Estos ingenios espaciales son nuestra botella con mensaje tirada al mar desde la orilla de una galaxia nada singular, esparcida entre una vastedad de radiación y vacío, para comprobar si hay o no, alguien que nos pueda y quiera escuchar. Sabemos que desde hace tiempo somos detectables como civilización, nuestra tecnología nos hace lucir más allá de los procesos naturales. Pero… ¿cuán brillante somos como especie?, esto depende de cómo lo miremos, pero en cualquier caso no demasiado.

Esta misma mañana he leído una entrada en la web CosmoNoticias que habla sobre este asunto. Basándose en el hecho de que llevamos aproximadamente 100 años enviando al espacio emisiones de radio, se calcula que estas forman una burbuja centrada en la Tierra de unos 200 años luz de diámetro. Aunque los cálculos y cifras pueden ser matizables, un simple ejercicio de imaginación nos lleva a una cuestión obvia, ¿hay alguien, además de nosotros, dentro de esta burbuja que nos haya escuchado?, y si así es, ¿podemos esperar una respuesta en un lapsus de tiempo que va desde ahora hasta unos 100 años?, lo veo improbable. Una esfera de este diámetro contiene bastantes estrellas, algunas incluso con planetas confirmados, pero «bastante» es un concepto relativo en la magnitud del espacio, y si no miremos el gráfico que acompaña al citado artículo elaborado por Adam Grossman. Nuestra burbuja de 200 años luz, solo es el punto azul alojado en una posición nada especial de una galaxia más o menos similar a los 2 billones de galaxias que creemos que contiene el universo observable.

Alcance de las emisiones de radio producidas por los humanos. Crédito: Adam Grossman/Nick Risinger.

Podemos ser o no optimistas en cuanto a nuestro éxito de ser escuchados o sobre la posibilidad de que detectemos una civilización no terrestre, podemos y debemos ser realistas respecto de nuestro mensaje colgado en las Voyager, y pensar que nunca nadie ajeno a la tierra lo verá, sin embargo, y a pesar de las probabilidades en contra, no intentarlo nos haría una especie aburrida que quizás se perdiera una de las informaciones más importantes que podamos imaginar. Cabalgamos entre la ciencia y el sueño de no estar solos en el Cosmos, hagamos camino, y como decía el poeta Antonio Machado,

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

 

Más información en  Voyager 1: hasta el infinito y más allá

 

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