Proyecto Ozma

RADIOTELESCOPIO HOWARD E. TATEL DE GREEN BANK DESDE EL QUE SE REALIZARON LAS OBSERVACIONES DEL PROYECTO OZMA EN 1960

En la madrugada del 8 de abril de 1960, un joven astrónomo ascendía por la parábola de un radiotelescopio hasta su foco. Su intención era colocar un amplificador para llevar a cabo un experimento que nunca antes se había realizado, escuchar el murmullo de civilizaciones extraterrestres que se suponía existían esparcidas entre las estrellas (1).

Para la búsqueda había escogido dos astros cercanos al Sistema Solar de edad similar al Sol. Al primero que apuntó fue a Tau Ceti, una estrella a 12 años luz de la Tierra que acababa de asomar por el horizonte. Ninguna señal que se ajustara al patrón buscado fue detectada. A continuación paso al segundo objetivo, Epsilon Eridani, localizada a poco más de 10 años luz de nosotros. Sorprendentemente en esta ocasión si capto una potente y fugaz señal. Esto superaba cualquier expectativa, solo bastaron unos pocos minutos para detectar una señal que podía ser la primera evidencia de la existencia de civilizaciones extraterrestres. El entusiasmo duró poco, cinco días más tarde se confirmó que procedía de un avión a gran altura. Las observaciones continuaron hasta julio de 1960 completando un total de 150 horas de escucha.

FRANK DRAKE

El protagonista de esta historia fue “Frank Drake”, astrónomo de la Universidad de Cornell, y este primer experimento de búsqueda fue llamado “Proyecto Ozma(2). Las observaciones se realizaron desde el radiotelescopio de 26 metros de diámetro del Observatorio Nacional de Radioastronomía (NRAO) en Green Bank (Virginia Occidental, EE.UU.).

LA FRECUENCIA ÓPTIMA PARA SINTONIZAR INTELIGENCIAS EXTRATERRESTRES

La búsqueda de inteligencia extraterrestre por medio de ondas de radio presenta un problema no menor: ¿a qué frecuencia sintonizamos nuestro receptor?, o dicho de otra manera, ¿a qué frecuencia emiten los alienígenas? Para hacer una primera aproximación a este problema, Drake propuso que debíamos encontrar un patrón que pudiéramos compartir con una inteligencia extraterrestre, y este debía ser buscado en la naturaleza del universo, un conocimiento que tanto ellos como nosotros pudiéramos compartir. Siguiendo este razonamiento pensó, que la longitud de onda de 21 cm emitida de forma natural por el hidrógeno interestelar debía ser conocida por todo el que quisiera comunicarse a distancias interestelares, y por tanto, una elección obvia para cualquier inteligencia extraterrestre, una estrategia de carácter “universal” en base a que habitamos un universo con la misma composición y propiedades. Así escogió sintonizar los receptores a la frecuencia marcadora de 1.420 MHz, el equivalente a una longitud de onda que corresponde a la energía de un fotón emitido por una fuente de hidrógeno.

MAPA DE TODO EL CIELO OBSERVANDO EN LA LÍNEA DE 21 CM DEL HIDRÓGENO ATÓMICO

Esta idea también fue propuesta en un artículo (3) pionero publicado en 1959 en la revista Nature por Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, dos físicos también de la Universidad de Cornell, titulado “Searching for interstellar communictions” (En busca de comunicaciones interestelares). Este abordaba directamente el problema de determinar qué frecuencia es más óptima para la comunicación interestelar, llegando a la misma conclusión que Drake, si una civilización interestelar quiere comunicar al resto su existencia probáblemente utilizaran las frecuencias electromagnéticas del elemento más común del universo, el hidrógeno. Los autores reconocían que su argumentación era como de ciencia ficción pero opinaban de que «si existe alguna posibilidad de que alguien estuviera emitiendo señales de este tipo, deberíamos de esforzarnos en encontrarlas», afirmado en las conclusiones que “la probabilidad de éxito es difícil de estimar, sin embargo, si nunca buscamos la probabilidad se reduce a cero”.

No debemos obviar que todo esto es ciertamente especulativo, los aliens inteligentes, de existir, y de utilizar la comunicación interestelar por medio de ondas de radio, pueden no razonar de la misma forma que nosotros, sin embargo, tampoco debemos obviar que el razonamiento de Cocconi, Morrison y Drake es una hipótesis valida y coherente desde un punto de vista científicamente formal.

PERO… ¿QUÉ TIPO DE SEÑALES BUSCABA DRAKE?

Llegados a este punto en el que quedó “resuelta” la frecuencia a la que había que sintonizar nuestros receptores, surgía otra cuestión que tampoco era trivial: ¿Qué naturaleza debe tener una señal interestelar para ser considerada como el resultado de la actividad de seres inteligentes?

El universo emite de forma natural en el espectro electromagnético, de hecho es por lo que podemos observarlo, y la región espectral correspondiente a las frecuencias de radio en la que buscamos huellas de vida inteligente no son una excepción. Por tanto, hemos de ser capaces de discernir estas hipotéticas emisiones artificiales del “ruido” natural que las puede enmascarar.

DIAGRAMA DEL ESPECTRO ELECTROMAGNÉTICO

De forma general podemos esperar dos tipos de emisiones interestelares artificiales. Por un lado las que son el resultado de una actividad tecnológica, sin un propósito de comunicación entre civilizaciones alienígenas, y por otro las que sí tienen un propósito específico de contactar, de comunicar con otras civilizaciones esparcidas entre las estrellas. En cualquiera de los dos casos se asume un desarrollo tecnológico compatible, al menos, con la comunicación interestelar por radio, y con ello conocimientos de la naturaleza del universo, quizás una matemática, física, química, ingeniería, alienígenas, que puedan tener aspectos comunes con los nuestros en sus fundamentos.

Drake consciente del problema de la naturaleza de la señal parametrizó el asunto en dos aspectos que le parecieron básicos, por un lado buscaba series repetidas de pulsos con patrones uniformes, lo que identificaría la señal como artificial aunque no tuviera un propósito de contacto, y por otro series de números primos, que no solo denotarían que la señal no era de origen natural, sino que además se podía asumir que era un intento deliberado de búsqueda y comunicación con otras civilizaciones extraterrestres. Estos patrones pasaron a ser un estándar en las búsquedas SETI de las siguientes décadas.

EL PROYECTO OZMA EN PERSPECTIVA

La ciencia “seria” de los años 50 y 60 del pasado siglo, no consideraba que la búsqueda de inteligencia más allá de la Tierra fuera un objeto de investigación plausible. Dedicar tiempo y recursos en buscar hombrecillos verdes ponía en peligro la carrera académica de cualquiera que se atreviera en ello, además de un presumible corte de fondos para las instituciones que alojaran dichos experimentos. Por ello cuando Drake propuso la idea a Otto Struve, en aquel momento director del observatorio de Green Bank, este, aunque accedió, le pidió que mantuviera un perfil discreto (4), es decir, que no le diera demasiada publicidad al asunto.

Sin embargo, la favorable acogida en círculos científicos del articulo de Cocconi y Morrison, publicado en una revista de reconocido prestigio, indicaba que los tiempos estaban cambiando, y el proyecto Ozma recibía un respaldo teórico que lo dotaba de consistencia. La buscada discreción inicial se esfumó y el proyecto se difundió en la prensa popular, con un destacado artículo en la revista Time.

El Proyecto Ozma no encontró evidencia de la existencia de inteligencia extraterrestre, pero claramente fue el primer acercamiento observacional, un trabajo pionero que marcó las pautas de búsqueda de los programas que le sucedieron. Tanto este proyecto, como el artículo de Cocconi y Morrison, significaron el punto de salida del programa SETI.

La búsqueda de inteligencia extraterrestre había comenzado.

NOTAS

(1) La idea de encontrar seres inteligentes más allá de nuestro planeta por medio de ondas de radio tiene precedentes que podemos remontar a principios del siglo XX. En 1901 el ingeniero Nikola Tesla (1856-1943), mientras trabajaba en un sistema de comunicación sin cables en Colorado Springs, afirmó estar convencido de haber recibido mensajes del espacio exterior, “de Marte o Venus según cree”. Por la misma época el físico Guillermo Marconi (1874-1937) dijo haber detectado señales similares cuando se encontraba a bordo de su yate Electra. El asunto  se volvió tan popular en la prensa, que en 1900 la viuda del millonario francés Pierre Guzman ofreció a través de la Academia de Ciencias Francesa un premio de 100.000 francos a quien comunicara por primera vez con otro mundo… salvo Marte, dando por sentado que el planeta rojo era un objetivo fácil «pues todos sabían que Marte estaba lleno de marcianos». En realidad, desde la invención de la radio, muchos vieron esto como una ventana para establecer comunicación con otras formas de vida inteligentes del espacio exterior.

(2) Nombre inspirado en el personaje ficticio de la reina Ozma de la Tierra de Oz del autor literario L. Frank Baum.

(3) Cocconi, G., Morrison, P., (1959), Searching for interstellar communictions, Nature, Vol. 184, 844-846. Descargar en PDF

(4) Drake era consciente de que utilizar muchos fondos en un programa de esta naturaleza podía ser problemático, por lo que decidió emplear material estándar disponible en el observatorio para no generar un gasto excesivo, con un costo total del proyecto de unos mil dólares de 1960, que a fecha actual (2003) serían unos nueve mil setecientos euros.

Un comentario en “Proyecto Ozma

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